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martes, 30 de noviembre de 2010

La eñe también es gente.


"La ignoran todas las grandes lenguas del mundo y apenas tiene treinta entradas en el diccionario español, pero igual se muestra orgullosa entre la ene y la o; tal vez porque se siente única, tal vez porque secretamente sabe que no hay mejor modo de decir: compañero, añoranza, niña o cariño."
Vicente Battista

Quiero compartir este texto escrito por María Elena Walsh.

La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio. Todos evasores de la eñe. ¡Señoras, señores, compañeros, amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta la apócope. Ya nos han traducido el pochoclo. Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el ~. 
¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños? ¿Entre la fauna en peligro de extinción figuran los ñandúes y los ñacurutuces? ¿En los pagos de Añatuya cómo cantarán Añoranzas? ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo? ¿Qué será del Año Nuevo, el tiempo de ñaupa, aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio? ¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní? 
"La ortografía también es gente", escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones. Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui. 
A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo. Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta. Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad. Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos! Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece. 
Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta. 
No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio. Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania. 
La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera dónde se debate nuestro discriminado signo.
Letra es sinónimo de carácter. ¡Avisémoslo al mundo entero por Internet! La eñe también es gente.


Extraído de Educ.ar, el portal educativo del Estado argentino

Una divertida e ingeniosa forma de protestar por la idea de eliminar la letra Ñ de los ordenadores:

sábado, 27 de noviembre de 2010

Gracias Nestor







Se cumplió un mes de su desaparición física, Silvio Rodriguez y Oliver Stone hablan sobre Nestor Kichner.


sábado, 6 de noviembre de 2010

Dilma, bienvenida al club del género. Octubre a flor de piel

Muchas gracias de todo corazón por todos los mensajes de ánimo, esperanza y contención que me dieron mucha fuerza en momentos en que necesité mucho de todos ustedes, mis amigos del blog.

Fue un mes de octubre muy a flor de piel para mí y mi familia,  con grandes sustos y penas e inmensas alegrías. La operación de José y su salud recuperada, el nacimiento de Matilda, mi nieta, por cesarea, con mucho riesgo para ella y su mamá trajo la felicidad contenida a la que pudimos dar rienda suelta una vez que  ambas estuvieron fuera de peligro.

Octubre de 2010, mes en el que Argentina y Latinoamérica pierde un hombre,  Néstor Kirchner, que consagró su vida a sus ideales y que desde la presidencia de la Nación llevó adelante el modelo de país con el cual soñamos los argentinos. 

Termina el mes con otra mujer presidente en América, Dilma Rousseff, la primera mujer presidente de Brasil.

Quiero compartir esta nota de Liliana Viola publicada en el Diario Página12 del 5/11/2010.

Dilma ya tiene su carnet

Para quienes fuimos niños en el siglo XX, las mujeres importantes de Latinoamérica eran tres: Gabriela, Alfonsina y Juana. La chilena de las canciones de cuna que nunca tuvo hijos pero que ganó el Nobel, la uruguaya beldad a quien las rosas, rosas, rosas en sus manos crecían y que se recluyó antes de hora para que no le vieran su piel marchita, y la argentina, enjaulada por un hombre pequeñito que elige como fondo el mar con sirenas y caracolas allá en La Perla, Mar del Plata. Las mujeres latinoamericanas en la escuela eran poetisas, musas de América, transidas de amor.

Sangre y lagrimas

Le preguntaron, palabras más, palabras menos, si pensaba que iba a sobrevivir al cáncer linfático. Respondió que nadie aguanta una campaña si no está en condiciones. Y también dijo que la pregunta le parecía de mal gusto, sin ocultar que, más allá de una pregunta que apunta a una cuestión de Estado, también atenta contra la buena educación que no se le debe preguntar a nadie si piensa morirse. Algunos dicen que utilizó su enfermedad para sensibilizar al electorado y otros dicen que se cargó al hombro el estigma de la enfermedad, otra cara de las debilidades femeninas. Lo cierto es que con esa doble respuesta Dilma deja en claro que no está dispuesta a sobreactuar posturas típicamente masculinas para demostrar que puede. La bipolaridad, la fragilidad e incluso la torpeza aparecen como una tentación vieja de los cronistas a la hora de describir las mujeres en situación de poder. El problema es que ellas hace rato que lo tienen, se trata de profesionales de la política, que a pesar de ese costado mediático que tienen por la curiosidad de que son féminas, han capitalizado muy bien. Por eso, se diferencian de sus predecesoras en que no están sorprendidas del lugar que ocupan. No sobractúan y, lo que no es tan bueno, tal vez hasta lleguen a olvidar concentrarse en políticas de género. En las primeras entrevistas que dio como presidenta electa, le preguntaron si lloró. A ningún presidente electo se le pregunta tal cosa; difícil ver llorar a un presidente, también es cierto. Dilma respondió que sí. Que muchas veces. Los ojos que miraron fijo a Cristina Fernández durante largas horas tanto en el sepelio de su esposo como en su primer discurso por cadena nacional también se dedicaron a contabilizar las lágrimas. Cómo las contuvo, cuándo se quebró. La lágrimas parecen ser la medida de la debilidad femenina. En las lágrimas estaría demostrando ese presupuesto tácito de que tiene algo raro adentro. Pero también su fortaleza, acuosa ventaja que da haber sido educadas para enfrentar los sentimientos, exponerlos y controlarlos sí, pero recién después de haber admitido que están. “Lloré después y fui llorando de a poco. No lloré así, de una sola vez. Lloré allá, cuando di el discurso, pero ahí lloré un poco. Lloré llegando a casa, bastante.” Le señalan que también lloró cuando nombró a Lula. Y ella responde que sí, que ahí sí que lloró. Y entonces Dilma agrega: “Algunos dicen que me contuve. No es así. Yo lloré por dentro, y por fuera un poco”.
La presidenta argentina la saludó diciendo: “Bienvenida al club de género”, una frase de pertenencia, pero también de advertencia para muchos.

Y porque me gusta la música, que me acompaña en todos los momentos, porque adoro la música brasilera y porque en esta canción el sentimiento está a "Flor da pele", les pido que escuchen a Zeca Baleiro y Raimundo Fágner.